Ha necesitado un año entero de adaptación a París, tras toda una vida asentado en Barcelona, pero el argentino Lionel Messi vuelve a ser el jugador decisivo que durante años deslumbró al mundo con un genio que la pasada temporada parecía haber perdido.
El exbarcelonista ha recobrado la sonrisa, la chispa en su juego y el toque decisivo que le han llevado a ser la pieza clave del inicio de temporada del París Saint-Germain, algo difícil de imaginar tras la pasada campaña, tan mediocre que le dejó fuera de la pelea por el Balón de Oro por vez primera en 16 años.
Un reflejo del bajo rendimiento del hombre que atesora siete veces ese galardón que, en los tres últimos lustros, ha vivido vinculado a su figura.
Pero ahora, Messi está viviendo un renacimiento a sus 35 años, deseoso de demostrar que, en un año marcado por el Mundial de Catar, los agoreros que se obstinaron en enterrarle fueron demasiado rápidos.
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El propio jugador confiesa que se siente mejor, que ha dejado atrás un duro periodo de adaptación a una nueva ciudad, un nuevo país, un nuevo club y un nuevo idioma, demasiados cambios que le desorientaron la pasada campaña.
Messi es el único futbolista que ha participado como titular en los doce partidos oficiales disputados por el equipo, el único que supera los 1.000 minutos de juego.
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Además, suma ya siete goles -el pasado fin de semana consiguió el primero de falta con el PSG- y ocho asistencias, mientras que el año pasado, a estas alturas, solo había conseguido una diana.
Cómodo
"Estoy más cómodo en el club, en el vestuario y en el campo", aseguraba recientemente el futbolista.
Ahora, la grada ha recuperado la ilusión y en el club aplauden que Messi recuerde al del Barça.